La influencia de la informática y los sistemas tecnológicos digitales de comunicación
está provocando cambios en la mentalidad de mucha gente, quien abrumada por
los resultados que anuncian las grandes empresas, termina haciendo consideraciones
de orden casi mágico en torno a la tecnología y sus potencialidades. La industria
del marketing ha hecho mucho en este sentido, creando o reforzando algunos
mitos muy arraigados en la sociedad.
En la década de los 60 se realizaron en la Universidad de Harvard
una serie de investigaciones que pueden considerarse como estudios
fundacionales en el campo de la sociedad y las nuevas tecnologías. «El
nuevo estado industrial» de 1967 y «El cambio tecnológico» de 1970,
coordinados respectivamente por J.K. Galbraith y por E.G. Mesthene,
fueron los primeros trabajos que plantearon el nacimiento de una sociedad
informatizada. Este modelo de sociedad plantea que la información es la
principal fuente de riqueza y es la base para la organización económica,
política y social.
El paradigma de sociedad informatizada propone, según sus defensores,
un nuevo principio de estructuración y estratificación social: la
relación con los medios de producción no es ya lo determinante, ahora las
diferencias están marcadas por la riqueza o carencia de información que
posea cada persona.
Para la sociedad informatizada, las nuevas tecnologías de la
información constituyen uno de sus elementos claves y su incorporación
en contextos educativos en función del modelo económico
actual, suele implicar un uso mecánico y eficientista.
Este modelo casi uniforme y extendido a escala mundial no
sólo es fomentado por las empresas sino también por los propios
administradores educativos que, la mayoría de las veces, no tienen
las competencias mínimas en este campo, pero son los responsables
de la toma de decisiones en un ministerio o en una universidad.
Las nuevas tecnologías no hablan a los futuros ciudadanos y
ciudadanas del contexto social y económico que ha creado la mundialización
de la economía. Les hace creer que con unos conocimientos
tecnológicos van a estar preparados o preparadas para insertarse
en la dinámica social de la inseguridad, el desempleo y la injusticia social.
En este sentido, suele decirse que la gente tiende a dedicarse cada vez
más a tareas vinculadas con la información que a tareas dedicadas a la
agricultura o a la industria y, para ello, se pone como ejemplo a los Estados
Unidos donde hace 100 años sólo el 8% de la población trabajadora se
ocupaba en tareas de información, mientras que en la actualidad lo hace
entre la mitad y los dos tercios de asalariados.
La explicación de esta tendencia económica la tenemos si contrastamos
esos datos con los de otras partes del mundo. Por ejemplo,
en países como Albania, Malí, Malawi, Ruanda, Nepal, Costa Rica,
Bolivia, Guatemala, República Centroafricana, Nicaragua, Ecuador,
Perú etc., entre un 83 y un 93 por ciento de la población total, trabaja
en la agricultura. En la mayoría de los países, las tareas de información
están siendo realizadas sólo por un 0,05% de la población, lo
que significa que más de dos mil millones de personas de todo el
mundo no tienen posibilidad de acceso a la sociedad informacional.
Podemos decir entonces que los países más industrializados
del mundo pueden inclinar sus actividades laborales hacia la información
y reducir su trabajo productivo manual, gracias a la fuerza
de trabajo de los que viven en el otro lado del espectro, que son
quienes producen las materias primas utilizadas en los países «del
primer mundo».
La relación de países productores de materias primas y países
productores de tecnología conlleva, a veces, a presuponer que el
desarrollo de la informática y la robótica producirán abundancia de
bienes y el bienestar universal en todo el planeta. Este planteamiento
parte del argumento de que la falta de tecnología unida al
exceso de población es la causa de las pocas posibilidades de desarrollo
de algunos países. Se asume de antemano que el problema es
tecnológico y la solución consecuentemente también debe ser tecnológica.
Este análisis elude el problema fundamental de las aplicaciones
tecnológicas: la redistribución de los beneficios de la producción y la riqueza.
MITO: LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN FAVORECEN LA
COMUNICACIÓN ENTRE TODOS
En primer lugar tenemos que considerar que la educación a
distancia además de ser un sistema o modalidad educativa es un
sistema de comunicación y que, en líneas generales, podemos decir que
como sistema de comunicación se basa en los modelos matemáticos de la
información. Desde esta perspectiva explicitemos que este modelo de
comunicación es de carácter transmisivo, unidireccional y de «feed-back»
diferido.
Las tecnologías actuales comienzan a permitir una comunicación en
tiempo real y la puesta en práctica de otros modelos de comunicación. Es
importante destacar el problema de la limitación económica para desarrollar
proyectos de comunicación digital integrando diferentes medios. De nada
vale establecer la red digital más sofisticada si las comunicaciones entre
alumnos y profesores están limitadas drásticamente por su costo. Aquí
reside, en la actualidad, la mayor desventaja de la teleeducación respecto de
la educación presencial gratuita, donde nadie paga por minuto de hablar,
escuchar o mirar. La facilidad de las comunicaciones por sí sola no cambia
la educación.
MITO: EL MITO DE LA GLOBALIZACIÓN
La información y la comunicación son formas de organización del
mundo, donde las diferentes sociedades están día a día más interconectadas
entre sí. Para Regís Debray (1995) cada paso adelante en la unificación
económica del mundo suscita como compensación un paso atrás en el plano
cultural y político. El concepto de globalización de la economía implica
también la mundialización de los intercambios culturales. Esta concepción
será causa de nuevas exclusiones, donde unas cuantas megalópolis situadas
por lo general en el norte, distribuyen la mayor parte de masa informativa en
grado aún superior de la que realizan ahora. Mattelart (1995: p. 12) advierte
en este sentido que «la globalización no es incompatible con el aumento de
las desigualdades».
En la década de los 60, McLuhan acuñó la expresión «aldea global»,
pero ésta idea o concepción no comenzó a imponerse sino hasta fines de los
80 con la globalización de la economía. El punto de vista de McLuhan no
dejaba de tener la perspectiva de un visionario y de un romántico; punto de
vista muy distinto a lo que entendemos hoy en día por globalización.
Para Mattelart la idea de globalización es «propia de los especialistas
de marketing y gestión, y resulta ser la estructura básica para interpretar el
mundo y el fundamento del nuevo orden mundial que se está gestando».
Antes lo local, nacional e internacional se consideraban como tres
niveles distintos. La representación del mundo global hace añicos esas tres
divisiones. En ese sentido puede decirse que toda empresa-red en el
mercado mundializado es a la vez global y local.
Por primer vez en la historia de la humanidad, todo se puede fabricar
en cualquier sitio y venderse por todas partes. La globalización puede
resumirse como una política de «todo en el mercado». Esta filosofía
neoliberal ha alcanzado también a la educación.
Los primeros signos de globalización en contextos educativos se
producen en los siglos XVIII y XIX cuando las potencias coloniales
transfirieron e impusieron sus sistemas educativos a otros países. En
este sentido Noel F. McGinn afirma que «antes de la actual ola de
globalización, todos los pueblos del mundo se vieron afectados por
los valores ‘occidentales’ y por la penetración de fuerzas económicas
externas. Todos los Estados nacionales ya existentes antes de 1945
poseían un sistema de educación con objetivos, estructuras y contenidos
claramente similares a los de los demás países».
¿Puede hablarse de una educación auténticamente brasileña,
argentina, australiana, sudafricana, filipina o guineana? ¿Estos como
otros tantos países no armaron sus currículos a imagen y semejanza
del modelo francés, inglés o español? ¿Antes de que se generalizara
el fenómeno de la globalización en el campo económico y en el
de las comunicaciones no se había iniciado ya la adopción en mu
chos países de ciertos patrones educativos similares a los norteamericanos?
Asimismo, es importante destacar que la mayoría de los países
independizados después de 1945 trataron de desarrollar los sistemas
instalados por sus respectivas potencias coloniales, modificando
apenas sus contenidos o procesos.
Frente a una forma de imposición de normas y valores heredados
de la relación de dependencia con los países de origen, las nuevas
formas de globalización en este fin de siglo se caracterizan por la
presión que ejercen distintas organizaciones económicas como el
Banco Mundial para que se reduzcan los gastos en educación y
servicios sociales.
Asimismo, suele presentarse la privatización de los espacios
públicos como solución a cualquier problema. Es así como se pretende
privatizar todo, incluso la educación o servicios vinculados a ella.
Las decisiones presupuestarias se realizan en función de criterios
de coste-beneficio así como de la rentabilidad inmediata. A la
educación, desde la perspectiva del nuevo orden económico se la
considera como una fuente de gastos. ¿Qué criterios se le exigen a la
escuela para adecuarse a los planteamientos economicistas que
caracterizan al mercado mundial?
Los tres criterios sobre los que se pretenden formar a escala
mundial se basan en:
• criterios de competitividad
• criterios de rendimiento y
• criterios de rentabilidad.
El predominio de estos criterios sobre otros, conlleva a que pasen
a un segundo plano los aspectos sociales, culturales y humanos.
En síntesis, el tipo de formación que se busca es el de formar individuos
competitivos, eficaces y rentables.
Los macrosistemas de educación a distancia como la Open University
inglesa, la UNED española y, en menor medida, la Fern Uni
versität alemana, pueden considerarse como sistemas educativos de carácter
planetario. Su expansión se ha acentuado en los últimos años y la
homogeneización de criterios debemos vincularla no sólo a una
internacionalización de los mercados sino al desarrollo de un pensamiento
único, expandido por los medios de comunicación y por instituciones
educativas supranacionales. No se vende sólo un modelo sino también una
ideología vinculada al modelo educativo-comunicativo.
La educación se enfrenta a una nueva encrucijada ante un proyecto
económico de índole planetaria y cuyo motor son las tecnologías de la
información y de la comunicación. Al mismo tiempo que debe responder a
las necesidades económicas de la sociedad, la educación debe considerar
una formación para la convivencia, la reflexión y la crítica. Por ello, un
proceso de formación no meramente economicista debería atender a:
• conseguir una sociedad productiva que también sea justa y
cohesiva
• formación para la ciudadanía local y global.
Desde esta perspectiva, la educación debe proveer a los alumnos
de los elementos necesarios para comprender, analizar, reflexionar
y criticar los fenómenos que caracterizan a la cultura de la globalización.
Aspectos que no preocupa a ninguna de las instituciones
citadas más arriba. La expansión de modelos a escala global se considera
un hecho «normal» que no se pone en duda ni se reflexiona
sobre él. Sin embargo, creemos que la educación debe proporcionar
los elementos necesarios para que el alumnado comparta aspectos
de la sociedad global que le ofrecen las redes y los demás medios y,
al mismo tiempo, debe ofrecerle elementos para que se reconozca en
su identidad, en su dimensión local. Por ello, la educación tiene que
fortalecer una formación glocal, es decir potenciar los aspectos de la
cultura (glo)bal y los aspectos de la cultura lo(cal).
En la educación a distancia desaparece el contexto y el campus
puede ser todo un estado, un continente, diferentes regiones del
globo. De alguna manera, la Open University o la UNED, por
ejemplo, están desarrollando proyectos de esta naturaleza, sin tener en
cuenta los aspectos locales de cada sociedad. En muchos casos, se combina
el marketing y la política neoliberal.
MITO: LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
La información es considerada un bien económico fundamental, motor
del desarrollo. El stock de información ha dejado de ser manejable y vivimos
un exceso de información. Uno de los grandes problemas a los que nos
enfrentamos es cómo no perderse ante tantos datos. ¿Cómo discriminar lo
imprescindible de lo superfluo?
Paralelo al desarrollo de la información puede hablarse de la sociedad
de la vigilancia a través de tarjetas de crédito o de cámaras distribuidas en
todos los puntos de la ciudad. Un servidor de Internet, por ejemplo, puede ser
óptimo para identificar los gustos de un usuario a través de las búsquedas
que realiza, pueden conocerse algunos de sus hábitos por el horario en el que
se conecta, etc., del mismo modo que el uso de una tarjeta de crédito permite
conocer los barrios, provincias o regiones por los que se desplaza un usuario,
las necesidades y hobbies que tiene a través de las compras que realiza, así
como saber de qué tipo de consumidor se trata, cuál es su clase social, el
motivo de la compra, etc.
Esta sociedad que nos provee tanta información utiliza también
sistemas de información extremadamente sofisticados para el control
social. Ya no son necesarias las fuerzas policiales ni las cámaras de video
para vigilar a los ciudadanos, hay formas invisibles de vigilancia y control a
través de la tecnología que utilizamos.
¿De qué manera un sistema que utiliza nuevos dispositivos va a formar
a sus alumnos y alumnas para que conozcan sus alcances y hasta qué punto
vamos a desarrollar planteamientos éticos con el fin de conocer y
comprender los alcances reales de la sociedad de la información?. ¿De qué
manera los ciudadanos defenderán sus derechos sobre la circulación de la
información y sobre la difusión y circulación de sus propios datos?
MITO: EL MITO DE LA DEMOCRACIA Y DE LA INTERACTIVIDAD
Toda nueva tecnología de la comunicación suele despertar la posibilidad
de una mayor democratización de las comunicaciones. Desde hace
unos años asistimos a la difusión por parte de empresarios, comerciantes y
políticos de ciertas palabras que atribuyen a los productos o producciones de
características específicas. Uno de esos términos que está en boca de
mucha gente es la interactividad. La interactividad implica una participación
activa de todos los participantes con una máquina, la interacción es el
proceso que se da entre grupos humanos. Pero la mayoría de las veces
cuando utilizamos un producto anunciado como «interactivo», la única
acción que podemos realizar es reproducir el itinerario diseñado previamente
por el programador del producto.
La posibilidad de producir significados o textos propios son escasos y,
menos aún, se puede tener la posibilidad de una intervención directa en la
producción de un mensaje desde una perspectiva estética, argumental,
ideológica, etc. En este sentido Michel Sénécal señala que «la facilidad con
que se aplica el adjetivo ‘interactivo’ a diversas tecnologías relacionadas
con los medios de comunicación de masas sin dotarlo de un sentido preciso
permite pensar que esa palabra sirve, no para describirlas, sino para
hacerlas comercialmente atractivas, para darles simbólicamente un valor
añadido. Ahora bien, no hay forzosamente una correspondencia entre el
grado de interactividad de un dispositivo técnico y el nivel de democratización
del medio. Cuando se dice que un sistema es ‘universal, bidireccional
e interactivo’, cabe preguntarse cómo se van a aprovechar esas
propiedades, quién va a utilizarlas y con quién, y sobre qué versará la
comunicación».
En los próximos años surgirán muchos dispositivos ofreciendo cada
vez nuevos y extraordinarios servicios proponiendo una mayor
interactividad y una mayor participación de l@s usuari@s. Consideramos
que se hace necesario desarrollar mecanismos, actitudes, criterios con el fin
de reconocer si estamos frente a una visión tecnicista y clientelista de lo que
nos ofrecen o si, por el contrario, proponen otro tipo de relación de l@s
usuari@s con el producto y con el resto de las comunicaciones.
MITO: EL MITO DEL LIBRE MERCADO
En el nuevo contexto internacional de las comunicaciones estamos
asistiendo a la concentración de muchas empresas de medios y de
telecomunicaciones. Es así como empresas españolas, portuguesas,
inglesas y norteamericanas se fusionan con el fin de controlar las
telecomunicaciones en parte de Latinoamérica, África, Asia. Lo mismo
ocurre con las empresas italianas, francesas o alemanas que se fusionan con
otras tantas con el fin de operar en diferentes lugares del planeta. Por
ejemplo, Argentina está en manos de Telefónica española y Telecom
italiana.
En cada caso no se trata sólo de poseer el mayor capital accionario de
telefónica de un país sino de hacerse también con el control de los medios
que van a circular a través del teléfono. Piénsese que la telefonía y la
informática son dos tecnologías que fusionadas permiten la circulación de
imágenes, sonidos, textos.
El nuevo orden mundial de la economía implica un nuevo orden de las
comunicaciones. Puede decirse que el control de las informaciones y de las
comunicaciones está en manos de unas pocas empresas situadas, sobre
todo, en Estados Unidos, Europa y Japón. En el caso Latinoamericano dos
empresas tienen presencia global: Televisa (México) y O Globo (Brasil).
Víctor Marí Sáez dice que «una consecuencia inmediata de la
hiperconcentración multimedia es la uniformidad de contenidos difundidos
y de la visión del mundo que estos proyectan. Resulta paradójico
que en un contexto mundial en constante cambio y en el que
ya no sirven las referencias hasta hace poco útiles para el ciudadano
(referencias éticas, políticas, religiosas, etc.), las representaciones
que se nos ofrecen en los medios son cada vez más homogéneas y
simplificadas».
Esta uniformidad de contenidos difundidos a escala planetaria
tiene un objetivo y es el desarrollo del pensamiento único, es decir
una forma de extender a nivel global una sola forma de representar
y entender el mundo. Es así como la teoría del pensamiento único se
presenta como algo natural e irremediable.
DATOS DE ÚLTIMA HORA
De las 300 empresas de información y comunicación más importantes
del mundo, 144 son norteamericanas, 80 de la Unión Europea y 49
japonesas.
De las 75 agencias de prensa más importantes, 39 son americanas, 19
europeas 7 japonesas.
De las 158 empresas más importantes que producen material para la
comunicación, 75 son norteamericanas, 36 europeas y 33 japonesas.
El resto se lo reparten otras potencias del Norte: Canadá, Suiza, Australia,
y el Sur aparece tan sólo a través de esos países, Taiwan o Singapur,
donde se ha instalado un capitalismo salvaje en muchos casos procedente de
los países del Norte. (Son datos proporcionados por la UNESCO, relativos
a 1994).
TECNOFOBIA, TECNOFILIA, MARKETING Y EDUCACIÓN A DISTANCIA
La globalización de la economía se extiende a todos los campos y
niveles de la sociedad. La educación y las nuevas tecnologías de la
información y de la comunicación son los difusores e instrumentalizadores
de esta «nueva» ideología que raya con una modalidad de
totalitarismo. Un totalitarismo invisible que modifica lo que entendíamos
hasta hoy por democracia, libertad, igualdad, tres de los
grandes pilares en los que se basan los derechos humanos.
¿Cómo actuar contra algo que se presenta de antemano como
una panacea, como algo naturalizado a la dimensión de lo normal?
Desde diferentes lugares del mundo comienzan a oírse voces
diferentes Francia y España (Le Monde Diplomatique), Canadá (Revista
Adbuster), Brasil (Radio Favela y Radio Santé en Belo Horizonte)
que intentan mostrar el rostro feroz del «nuevo orden» de la economía,
tecnología y educación. Son pocos, pero creemos que es el comienzo
de un movimiento de resistencia que considera que no todo
está bien, que no todo es igual.
En el caso de la enseñanza a distancia aún no ha tenido lugar un
debate profundo acerca de sus implicaciones sociales, políticas,
ideológicas. La mayoría de los estudios realizados hasta la fecha se
han caracterizado y por:
1. Enfrentar este modelo al de la enseñanza presencial.
2. Justificar o promover el modelo desde la universidad donde se
imparten enseñanzas o se realizan investigaciones. Es el caso de
muchos de los estudios de la Universidad Nacional de Educación
a Distancia y de la Universidad Oberta (España) o de la
Open University (Reino Unido).
Los estrategas de la «nueva economía» encuentran que la educación
a distancia es un modelo óptimo para el desarrollo e institucionalización
del paradigma de la sociedad informacional.
Las nuevas tecnologías permiten poner en práctica modelos
verdaderamente comunicativos y educativos y, al mismo tiempo,
pueden poner en evidencia si una institución, es decir, sus responsables
académicos y técnicos, abogan por establecer nuevas formas de enseñar y
aprender o si, por el contrario, van a seguir usando las nuevas tecnologías
como sistema para reproducir y controlar cualquier tipo de mensajes.
Vamos a analizar por ejemplo el uso de una videoconferencia en el
contexto de la enseñanza a distancia. Una videoconferencia, por ejemplo,
puede realizarse entre dos o más puntos. Y cada uno de ellos puede tener
autonomía para la emisión y la recepción de mensajes. Esto significa
establecer una relación horizontal sin controles tecnológicos por ninguna de
las partes. Pero, también puede ocurrir que desde un centro de emisión se
realice el control de imagen y sonido con todos los puntos conectados,
consiguiendo que la relación de bidireccionalidad se vea seriamente
afectada porque el centro de emisión es quien dispone de lo que se va a
mostrar, de qué manera se va a hacer, cómo se va a hacer. Esta decisión en
el enfoque comunicativo suele justificarse por razones como:
• «No tenemos personal técnico en los otros puntos».
• «En los otros puntos no saben qué hacer con la cámara».
• «En los otros puntos pueden surgir problemas que luego no sabrían
como resolverlos».
• «En los otros puntos se equivocan continuamente».
• «Etc.».
Estas y otras razones ocultan la verdadera dimensión del problema: el
modelo de comunicación que se institucionaliza reproduce situaciones de
otros medios de comunicación y formas transmisivas de entender la
educación.
Cuestiones como la ejemplificada en el caso de la videoconferencia
actualizan el debate sobre modelos tecnológicos, modelos comunicativos y
la relación de la ciudadanía con la tecnología. El debate que planteó Umberto
Eco en la década de los 70 en torno a apocalíticos e integrados se ha
reactualizado ante la eclosión de nuevos dispositivos tecnológicos. Ahora
podemos hablar de un movimiento pendular que oscila entre la tecnofilia y
la tecnofobia.
La tecnofilia caracteriza a aquellos «adeptos» y «adictos» a las
tecnologías que consideran que la solución de cualquier problema pasa por
una mirada tecnológica. Este grupo no establece ningún tipo de
distanciamiento sobre las verdaderas posibilidades y limitaciones que ofrece
una máquina y suele mostrar «una fe ciega» de lo que la tecnología posee y
promete.
Por el contrario, la tecnofobia se caracteriza por una aversión al uso de
tecnologías mecánicas, electrónicas y digitales, llegando a considerar que el
origen de muchos de los problemas sociales se debe al nuevo desarrollo
tecnológico.
¿Están presentes estas dos modalidades en la enseñanza a distancia?
No necesariamente de manera explícita, sino a través de las modalidades de
uso de las tecnologías y del modelo comunicativo que se pongan en práctica
en el ejercicio cotidiano de la enseñanza. El desarrollo de un modelo
tecnológico comunicativo nos informa sobre el uso de las tecnologías (cómo
se usan y para qué se usan). Un recorrido por las diferentes páginas de las
universidades a distancia proporciona información suficiente sobre los
emisores y los receptores. En la mayoría de los casos los receptores no son
percibidos como productores de textos.
Las prácticas tecnológicas de universidades de reciente creación
como la Universidad Oberta de Catalunya son aparentemente distintas a las
de la UNED, pero en el fondo no dejan de ofrecer más de lo mismo con un
soporte tecnológico nuevo.
Así como existe un debate cotidiano sobre las prácticas educativas en
las instituciones de enseñanza presencial, se hace necesario e
imprescindible un debate continuo y permanente sobre la educación a
distancia, sobre su dimensión homogeneizadora tendente a convertirse en la
plataforma de desarrollo académico del pensamiento único, sobre su modelo
de democracia autoritaria y, sobre todo, por los planteamientos
institucionales que ponen en práctica muchas de ellas y que se parecen cada
día más a una estrategia de marketing por controlar «el mercado» educativo.
Si en la segunda mitad de este siglo, Paulo Freire nos mostró las
prácticas de la opresión y del poder en la enseñanza presencial y propuso
modelos para una educación como práctica de la libertad, el nuevo modelo
que se pretende estandarizar a escala mundial está caracterizado, cada vez
más, por las tecnologías y entornos virtuales y requieren nuevas propuestas
para el ejercicio y desarrollo de la ciudadanía acorde con principios
consensuados en el marco jurídico internacional.