Según un artículo publicado esta semana en Sciencedaily.com, el Departamento de Defensa de los EEUU ha otorgado 1.600 millones de dólares al Centro de bioelectrónica, biosensores y biochips (C3B) de la Universidad de Clemson para el desarrollo de un biochip implantable que podría transmitir información sanitaria vital en caso de que un soldado resulte herido en combate o un civil sufra un accidente.
El biochip, del tamaño de un grano de arroz, podría medir y transmitir datos como los niveles de glucosa o de lactato en caso de hemorragia grave.
Según Anthony Guiseppi-Elie, director del C3B y profesor de ingeniería química y biomolecular y de bioingeniería, los primeros en acudir al lugar del trauma podrían inyectar el biochip en la víctima herida y empezar a reunir datos casi de inmediato. El dispositivo podría tener otras posibles aplicaciones a largo plazo, como monitorizar los signos vitales de los astronautas en vuelos espaciales de larga duración o leer los niveles de azúcar en sangre en diabéticos.
“Actualmente, se pierde un elevado porcentaje de pacientes por las pérdidas de sangre y proporcionar información vital a los médicos de urgencias y al personal sanitario como, por ejemplo, cuánto oxígeno hay en el tejido, a menudo podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, señala Guiseppi-Elie.
Los científicos de Clemson han creado un gel que imita al tejido humano y reduce las posibilidades de que el cuerpo rechace el biochip, algo que ha supuesto un problema en el pasado.
Los investigadores calculan que pasarán todavía unos cinco años antes de llegar a los ensayos con humanos. La beca ha sido financiada por el Departamento de Defensa a través del programa “Peer Reviewed Medical Research Program” y constituye un estudio conjunto con el departamento de patología molecular de la Universidad de Alabama, en Birmingham, y la empresa Telesensors, en Knoxville, Tennessee.
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